Camino al infierno
Fragmento del libro
Maldita monogamia
De tantos baños públicos en el mundo por qué entraste justamente al mío, me dijo el reivindicator mientras soltaba el thawb (túnica árabe) que sostenía con una mano mientras con la otra dirigía la punta de su miembro hacia las losas del mingitorio. Hay que decirlo, el percance fue bastante vergonzoso, pues no reconforta ver mear a un hombre vestido con un thawb. Sentí vergüenza de conocernos en esa situación; pero me decidí a acceder al baño, de varias entradas y salidas, por miedo a perderlo en la concurrida plaza de El Cairo. Ninguna chica local se habría atrevido a tanto. Tal vez por eso mi jefe Abdel Hakim me había encargado conducirlo hasta su palacio. Después de todo creo que las cosas han cambiado un poco; cuando llegué a Egipto pensé encontrarme dentro de un mundo de alfombras mágicas, genios y serpientes encantadas y fundamentalmente cuentos de momias… nada de eso. Había terminado mis estudios en la Universidad de Estocolmo y Abdel Hakim, a quien conocí en Dubai unos años antes, me ofreció un trabajo de asistente. Por eso entro a los baños públicos en busca de cada tipo, en fin.
No me subiré a nada que tenga más altura que un poni –advirtió el reivindicator.
El mundo ha cambiado, señor. Los camellos son para los turistas y usted viene a trabajar, ¿no?
Abdel Hakim estaba pasando uno de los momentos más críticos de su vida. Algo así como una mezcla de crisis sentimental y financiera. Su negocio de transporte marítimo se estaba yendo a pique por la política cerrada del nuevo gobierno, la cual no favorecía el comercio, y en cuanto a lo de sentimental, la preferida se había largado con uno de los guardaespaldas y una buena cantidad de joyas. Para eso hizo venir al reivindicator. Un tipo en mi opinión más sórdido que brillante -¿debo decir ridículo?-… un sabueso dedicado a encontrar mujeres que abandonaban a sus maridos. Abdel Hakim pudo haber resuelto el problema con un método más radical, de hecho sabía dónde se habían refugiado los amantes, pero como ya se dijo, había caído en una crisis sentimental porque estaba enamorado de aquella mulata caribeña, y además, el orgullo propio de su dinastía fue mellado por años de buen comercio. Su tatarabuelo había hecho fortuna entre las tribus bereberes del este, en los tiempos que nadie podía levantar la cabeza del suelo si su patrimonio no procedía de la guerra o del saqueo. Luego, con el protectorado inglés los humos habían menguado y su familia se convirtió en un grupo de tímidos comerciantes con más suerte que tino para los negocios. Aun así era inmensamente rico.
Es una mulata de ojos claros y buen culo –le dijo Abdel Hakim al reivindicator luego de las presentaciones- Se llama Betsy o algo así. Nunca supe pronunciar su nombre. Ni ella tampoco el mío. Me decía pipi, ¿sabe? –mi jefe sonrió con melancolía, luego dio unos pasos hasta la terraza y contempló la línea del Nilo en el horizonte.
¿Dónde están?
No quiero violencia. Si me permito contratarlo es porque deseo que vuelva a mí por su propia voluntad.
¿Por qué no va y se lo pide usted mismo?
¿Qué van a pensar mis otras mujeres? Puedo asegurarle que se escaparán en masa sólo para que yo vaya tras ellas, so pena de verme abatido por la maldita monogamia. No. Es preciso que ella venga por su propia voluntad y acepte el castigo. Luego la vida seguirá igual que siempre. ¿Puede hacer algo así?
Pan comido. Dígame dónde está –El reivindicator parecía muy seguro de sí mismo; sin embargo, mi primera impresión es que estaba ansioso por cobrar su trabajo.
Están en algún lugar de El-Bawiti. No sé exactamente porque se cambian de alojamiento a menudo.
¿Y cómo sabe que aún están allí?
Podría decirle que por mis poderes mágicos, pero la verdad es que mis mujeres andan con un GPS en un escapulario de oro.
Ya.
Le daré un localizador. Así podrá encontrarla
No lo necesito. La encontraré de cualquier forma. Es mi trabajo –me pareció que el reivindicator estaba alardeando de sus capacidades. Recuerdo que Abdel Hakim me miró en ese momento. Estaba en un temblor entre el miedo y la oportunidad del riesgo, dispuesto a apostar su suerte a aquel imbécil.
No puedo arriesgarme a que falle
¿Qué tamaño tiene El-Bawiti?
Unos treinta mil habitantes. Está en medio del desierto. Espero que eso no lo asuste.
Estaré de vuelta en dos días –dijo el reivindicator con una seguridad que me arrancó una sonrisa. Lo mismo hizo mi jefe, pero no por la inverosimilitud de la promesa. Me apenó el brillo en sus ojos. ¿Podría en verdad estar enamorado un hombre que tenía seis mujeres más? No lo sé, pero me dio pena de él. Doble pena, pues en dos días se le iba a reventar el corazón.
¿Necesita algo más? Le asignaré un par de hombres para que lo protejan de mi ex guardaespaldas.
No.
A parte de esto se trataron los asuntos relativos a los honorarios del señor reivindicator más los gastos para la misión. Luego de ser contratado este hombre pidió iniciar su investigación con un asunto bastante delicado, tanto así que para convencer a Abdel Hakim de que le permitiera hablar con sus otras seis mujeres, le costó un par de horas. Yo no fui testigo de esto pues tuve que volver a las oficinas del puerto. Luego me enteré de que por fin lo había logrado. Nadie, ni siquiera el señor Hakim supo de qué hablaron el reivindicator y las mujeres en el calorcillo del harén; pero si sacó algo en limpio seguro fue el odio que aquellas musulmanas profesaban por la mulata. Nada más vale ser apuntado de lo que pasó, excepto que el sabueso no parecía sentirse muy a gusto en aquel vestido y de vez en cuando se ponía de pie hasta que se veía ridículo en esa posición, entonces se sentaba y volvía a caer en el mismo estado.
II
Mi nombre es Najm Al-Din, soy un sicario contratado por Abdel Hakim, con la misión de asesinar a su ex guardaespaldas en el momento que Betsy lo abandone y decida regresar a su harén. Para llevar a cabo mi encargo debo seguir al reivindicator y esperar que él haga su trabajo. Ahora puedo verlo, sentado en el autobús con dirección a El-Bawiti, a unos metros de mí. Lo veo observar el desierto, como si imaginara que las dunas son parte de una playa que nunca llega por más que avancemos, luego, como a cualquier otro extranjero, lo decepcionará la arena rojiza, donde más que el sol molesta el viento. A la entrada del pueblo tuerce el cuello para mirar una caravana de camellos cargados de turists y luego parece un poco asustado del tamaño de la ciudad. Quizá piense que ha calculado mal y no sea tan fácil encontrar a la chica dentro de treinta mil habitantes. Le había dicho a Abdel Hakim que le bastaba recorrer las calles y observar; confiaría en su experiencia para encontrar la diferencia entre el ángulo glúteo de una mulata caribeña y cualquier otra mujer, alguna diferencia en el modo de andar de estas mujeres poco propicias a nuestras costumbres… De cualquier forma, si el reivindicator no cumple su función yo sí acepté el localizador y no me será difícil encontrarlos. Ya haré lo mío entonces.
El reivindicator camina por la calle principal. Mira dentro de los mercados, pero parece no fijarse en la gente. Parece nada más un turista disfrazado de local; aunque en pocos minutos su thawb ha dejado de estar limpio y ahora parece más una sirvienta que un próspero comerciante. Pensé que su estrategia era buscar alguna de las joyas robadas por la chica y seguir la pista a partir de ahí, pero no… Aun, contrario a las costumbres de un extranjero, en lugar de comprar algún souvenir, entró en un mercado de segunda mano y se hizo de una vieja radiograbadora. Con ella al hombro –así era de grande- y muy contento al parecer por su adquisición, un par de horas después el reivindicator entra a un hostal donde pasó la noche en la más total despreocupación por su trabajo, nada más escuchando una y otra vez una extraña música profana. Cierto que llegamos en horas de la tarde, pero mientras el sol dio oportunidad no hizo el menor esfuerzo por adelantar su misión. A eso de las nueve de la noche bajó por un aperitivo y volvió a subir luego de comer.
A las nueve de la mañana fue hasta la salida del pueblo y alquiló un camello, lo que resultó para mí un gran contratiempo pues debí seguirlo a paso apurado por las calles. Lo vi, sin embargo, atar a la giba de la bestia su radiograbadora, al otro lado una batería de moto y un extraño cableado a modo de trenza, que conectaba la batería con la grabadora y ambos a su teléfono móvil. Eran aproximadamente las once de la mañana cuando comenzó a desandar el pueblo mientras los altoparlantes de la radiograbadora repetían sin cesar un ritmo anodino y entre otras esa frase de: “A ella le gusta la gasolina” Sé que si el pueblo supiera de mi condición de sicario profesional, allí mismo hubiera sido contratado para eliminar al reivindicator, y con gusto lo hubiera hecho, en vista de que jamás había caminado tanto tras un camello. Pero él y yo, aunque en diferentes ámbitos, somos profesionales; solo Alá pudo hacer el milagro. El localizador que yo llevaba en mi bolsillo comenzó a sonar. Primero lentamente, luego el puntito verde de la pantalla se fue corriendo hacia nosotros cuando estuvo bastante cerca comenzó a palpitar. Me bastó subir la vista para comprender que aquellas palpitaciones del puntito verde en el localizador se debían a que la tal Betsy se contorsionaba como una posesa frente al camello del reivindicator. El escapulario donde se encontraba el GPS saltaba de una teta a la otra y en ocasiones tan alto que parecía golpearla en el rostro, de tal naturaleza eran las masas de carne que hacían de trampolín. El reivindicator saltó del camello y junto a Betsy comenzaron ese rito impúdico que en occidente llaman bailar reggaetón. Habíamos encontrado a nuestra chica, movía el culo frente a nosotros y todo parecía indicar que yo iba a tener trabajo muy pronto. Pero no fue así.
III
De tantos baños públicos en el mundo por qué tuviste que entrar justamente al mío, me dijo Betsy cuando la descubrí en pleno juego de amor con el reivindicator. Mi nombre es Nasim, que en árabe significa “aire fresco” soy ex guardaespaldas de Abdel Hakim, pero si vamos a los hechos mi trabajo estaba subvalorado y sólo me dedicaba a hacerle honor a mi nombre, pues la mayoría del tiempo me dedicaba a proporcionar a mi jefe un poco de aire fresco luego de la orden: abre esa ventana. No tengo claro de qué artificio –tal vez una pócima- el reivindicator se valió para obtener el consentimiento previo de Betsy y más tarde su posterior monta. Sé, en cambio, cómo los descubrí. Al ver que ella demoraba en regresar a nuestra habitación alquilada tuve miedo de que algo malo le sucediera y utilicé el GPS –al parecer todo el mundo tiene uno en esta historia- para encontrarla. Pensé hallarla muerta al ver que el puntito verde estaba detenido dentro de un baño público… luego esa escena. Si Abdel Hakim se entera creo que el reivindicator la va a pasar mal. A mí me tuvo sin cuidado la parte sexual del asunto, pues visto está que las mujeres no me llaman la atención, aunque tampoco los hombres. Si me había fugado con ella fue por las joyas. De cualquier manera creí mi deber fingir un poco de agravio ante lo visto pero el reivindicator lo entendió enseguida; aunque no del todo, pues creyó interpretar cierto homosexualismo en mí. Le dije a Betsy que hasta ahí había llegado nuestro acuerdo y que me marcharía con todas las joyas. Ella, como es lógico, se echó a llorar y dijo que no era lo que parecía, que no la abandonara, que me amaba, etc. Por la mirada del reivindicator comprendí que tuvo el mismo escepticismo al juzgar mi enfado que al tomar por cierto el llanto y los requiebros de aquella bruja tropical.
Dile que no me deje. Dile que me drogaste con esa música. Cuéntale cómo lo hiciste, por favor –dijo Betsy y llorisqueó un rato mientras me miraba.
Se tiene que ir –explicó el reivindicator- Abdel Hakim sabe dónde están ustedes y ha mandado a matar a Nasim.
No –gritó Betsy- nos iremos juntos.
No es lo que tú quieres –dijo el reivindicator.
Sí, lo quiero –dijo Betsy.
Has engañado a Nasim, has puesto su vida en riesgo con el único objetivo de que Abdel Hakim venga a por ti. Si no es así, ¿por qué aún usas ese escapulario con GPS?
Por un rato el único sonido de Betsy fue el lloriqueo. Lo que el reivindicator no pudo discernir es que, en secreto, yo había permitido que ella usara aquel GPS. Confié en la posibilidad de que Abdel Hakim la encontrara y así yo podría quedarme con las joyas. Por eso la dejaba salir sola a la calle; pero por otra parte, también sentía pena de ella y cuando se demoraba me era difícil soportar la consciencia. Luego Betsy volvió a hablar pero ya no se dirigía a mí. Era como si de repente me olvidara.
¿Qué puedo hacer?
Tu única solución será volver conmigo, en vista de que Nasim partirá con las joyas.
No, no volveré al harén. Son unas estúpidas.
Piénsalo bien, crees que es fácil la vida de una mujer sola en este país. En el harén estarás cómoda.
No es que Abdel Hakim me caiga tan mal, incluso a veces puede ser simpático. Pero son muchos años ya en esto y yo sólo quería garantizar mi futuro. Vaya, me parece que me lo merezco.
Eso podemos arreglarlo –dijo el reivindicator y luego murmuró que había llegado a un acuerdo con las mujeres del harén, pero nunca supe a qué se refería.
Pues si no me necesitan, yo me largo ahora mismo –dije.
Desde que salí de El Cairo me sigue un hombre que sospecho viene a matarte. Yo no me especializo en casos como el tuyo, pero te aconsejo que tengas cuidado.
Oh, por Alá –exclamé- seguro que es Najm Al-Din, el más sicario de todos los sicarios de El Cairo. Miren de qué manera me paga mi señor por tantos años de servicio. Qué ingratitud, sólo por fugarme con esta…
De esta nada –me dijo Betsy- que la idea fue tuya.
Yo nunca habría traicionado a Abdel Hakim, fuiste tú, pecadora instigadora –traté de defenderme.
Bien que lo has traicionado. Todas las chicas del harén saben que estás enamorado de Abdel Hakim.
La sodomía es una práctica condenada por nuestros más altos pensadores. Yo sería incapaz…
A callar –dijo el reivindicator- pero en ese momento vi en el espejo la cara de Najm Al-Din, muy cerca, a mi espalda.
De tantos baños públicos en el mundo por qué tuviste que entrar justamente al mío –dije y traté de escapar.
IV
Me llamo Betsy y estoy cansada. Abdel Hakim (Pipi) me ha hecho pasar una interminable semana de sexo y reproches. Pero también pude notar su buen corazón las veces que le dije: Pipi, perdóname, no lo haré más, fue un error, lo único que hice fue extrañarte, y todas las frases que se dicen y las cosas que se prometen. Una situación que le habría costado la vida a cualquier mujer, de repente se convirtió en mi victoria y las otras esposas de Pipi seguro estaban envidiosas de mi valor.
Pipi me ha regalado algunas joyas y me ha prometido que hablará con las otras chicas para que me dejen escuchar reggaetón, y aunque no he vuelto al harén, ni tampoco Pipi, como toda esa información fluye en casa con una eficiencia increíble ya sabía yo que mientras él me iba prometiendo y amando, las demás esposas se morían de la envidia detrás de las puertas del aposento principal; sin embargo, yo no pude saborear en verdad la victoria y constantemente pensaba en aquella escena del baño público en El-Bawiti, cuando el reivindicator saltó como un tigre y forcejeó con el sicario mientras Nasim lograba escapar. Me parece imposible que cuatro horas más tarde yo volvería a estar en el mismo lugar de siempre, junto a Pipi.
A la mañana del último de estos siete días escuché las palabras de mi esposo y alguno de los empleados. Era una discusión bastante fuerte y por eso me levanté a prisa. El harén estaba vacío. Casi todo el mundo estaba en el patio, tratando de consolar a Pipi. Al primero que vi fue al reivindicator, justo él entraba a la casa acompañado por la secretaria sueca mientras yo bajaba las escaleras. Apenas me saludó, como si no me hubiera visto nunca. Yo tampoco tenía muchas ganas de verlo, pero igual le agradecía lo que hizo por Nasim.
Ya en el patio me enteré que había vuelto a ser contratado por Abdel Hakim. Estaba claro que las esposas, todas excepto yo, claro, se habían fugado para lograr una atención parecida a la que yo disfrutaba esa noche. Eso estuvo claro, lo que no se sabe es si vino del reivindicator –cuando habló con las mujeres en el harén- la idea de dejar por un tiempo monógamo a Abdel Hakim y de paso ganarse un buen dinero. Lo cierto es que el reivindicator apareció justo a la hora de descubrirse la fuga, como si estuviera esperando a las puertas del palacio, para salvar a Pipi de la maldita monogamia que me está matando. Esa monogamia fue mi castigo, pero quedé demasiado exhausta para contarla.
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